Los libros corales —cantorales, corales, libros de coro— son volúmenes de gran formato; contienen diversas partes de la misa y del oficio divino propias de cada celebración litúrgica.
Desde comienzos del siglo XV se inicia un amplio movimiento de enriquecimiento y de renovación en las celebraciones litúrgicas. En las catedrales y en las colegiatas, en las abadías y en los monasterios, los antiguos libros manuales para atriles van siendo sustituidos progresivamente por otros de mayor tamaño para los facistoles. Así, los templos van dotándose de libros litúrgicos iluminados con bellísimas miniaturas inspiradas en la nueva decoración y ornamentación renacentistas ilustrando, en la mayor parte de los casos, escenas o relatos bíblicos.
Tras breves apuntes sobre la colección catedralicia granadina (fondo y librería coral) y sobre los escritores y miniaturistas, expondremos parte de la obra de seis maestros en el arte de la iluminación coral: Juan de Cáceres, Maestro del Nacimiento, Maestro del 1519, Juan Ramírez, Juan Soriano y Lázaro de Velasco.
LA COLECCIÓN GRANADINA
En relación con otras catedrales hispánicas, los libros corales de la de Granada tienen la peculiaridad de arrancar con el Renacimiento, sin la previa andadura medieval. Del pontificado del primer arzobispo —fray Hernando de Talavera (1493-1507)— sólo ha llegado hasta nuestros días un manuscrito. Periodo especialmente rico e interesante es el de su inmediato sucesor, Antonio de Rojas Manrique (1507-1524) durante el que brilló el miniaturista Juan Ramírez.
El fondo cantoral
A mediados del siglo XVI, cuando el emperador Carlos V (1516-1556) abdica en su hijo Felipe II (1556-1598), la Catedral granadina disponía prácticamente de todo su fondo cantoral. En la actualidad, la colección conservada de libros de coro suma un total de 114 volúmenes; cronológicamente, 84 de ellos —la gran mayoría (73%)— pertenecen al siglo XVI (45 anteriores a 1517), 2 al siglo XVII, 25 al XVIII, 3 al XIX.
La manufactura de los libros corales
Para la elaboración material de los libros corales se empleó siempre el pergamino, obtenido de piel de oveja; en ocasiones, para los folios de gran tamaño, se utilizó piel de venado. De hecho, en el sigo XVI, la industria artesanal del pergamino alcanzó un gran desarrollo en Granada; el pergaminero facilitaba los folios ya preparados, es decir, pulidos y cortados en pliegos del tamaño requerido.
La librería del coro
El depósito para la conservación de los cantorales corales ha ocupado diversos lugares del templo catedralicio.
Durante el XVI la librería quedaría instalada en alguna dependencia de la antigua mezquita mayor. En marzo de 1677 se derriba la sala destinada a librería del coro y se comisiona al chantre para que haga mudar la librería a la antesala de este cabildo quitando el cancel y que se derribe dicha sala. Posteriormente los corales de depositaron en la capilla de Santiago, actualmente de san Cecilio, en el centro de la girola.
A finales del XVII son trasladados a una de las salas nuevas inmediatas a el choro, dejando la otra reservada para poner las harpas y otras cosas de los músicos de esta santa iglesia.
En la actualidad dos cantorales se exponen en el facistol y algunos otros se muestran en diferentes vitrinas distribuidas a ambos lados de la girola.
LOS ESCRITORES DE LIBROS DEL CORO
En la composición de los libros de coro intervienen escritores y miniaturistas. Gracias a las cuentas de fábrica del archivo catedralicio se conocen, desde 1520, los nombres y trabajos de quienes prestaron sus servicios en la Catedral; en un legajo de 1520 se lee: Iten que pago a Lorenço Perez, escribano, de libros, diez mill maravedís, por pergamino del responsorio dominical, que escribe para esta sancta yglesia. Del XVI al XVIII se conocen los siguientes datos
Siglo XVI
Están activos varios escritores de corales: Lorenzo Pérez, Diego Fernández «El Bun», Alonso de Gudiel, Pedro Ruiz, fray Pedro Durán y Bernabé Ruiz de Aguilera.
Pocos datos biográficos conocemos del primero: Lorenzo Pérez (¿1480-1554?) que llegaría a Granada poco depués de su toma. Debió ser escritor de cierto renombre en la primera mitad del XVI pues, además de escritor de libros litúrgicos, solía copiar en su taller las ejecutorias expedidas por la Real Chancillería.
Su continuador fue Diego Fernández «El Bun» quien escribió corales desde fechas anteriores al 19 de agosto de 1553; en septiembre de este año presenta al cabildo su solicitud como escritor de libros de iglesia; en las cuentas de la fábrica aparece como calígrafo e iluminador.
Desde 1547 a 1565 escribe libros para la catedral Alonso de Gudiel; no debía ser buen conocedor del latín pues el cabildo opina que la escriptura del salterio que agora se escribe porque dis avía algunos ierros en el ortografía a causa de no ser latino. De este mismo siglo XVI queda constancia de otros tres escritores: Pedro Ruiz (1566-1578); fray Pedro Durán, agustino (1585-1598); Bernabé Ruiz de Aguilera (1588-1596).
Siglo XVII
Durante este siglo disminuye la producción escrituraria de libros litúrgicos; dos causas fundamentales determinan tal hecho. La primera, la Catedral ya estaba dotada de los corales necesarios para el culto; la segunda, el creciente auge y utilización de los libros impresos del oficio divino. Entre los escritores de este siglo destacan fray Pedro de Granada (1687-1725) y Alonso Monzón (1676-1701).
Siglo XVIII
En este siglo encontramos un mayor número de escritores de libros. Este dato es consecuencia lógica del uso secular de los libros corales; algunos de ellos se encontraban deteriorados y era necesario recomponerlos e, incluso, algunos renovarlos por completo. Durante la primera mitad del siglo se ocupan del aderezo y composición de cantorales el citado fray Pedro de Granada, Gabriel Díaz (1722-1728), José Risueño (1665-1732) y fray Pedro de Zurita (1748-1754).
Para la segunda mitad del siglo queda constancia —en la cuentas de fábrica— de Francisco de Rojas (1761-1766), Francisco Pérez de Orozco (1770-1788) y Fernando de Vargas Machuca (1784-1788).
LOS MINIATURISTAS DE LOS LIBROS CORALES
La singularidad arquitectónica renacentista del interior del templo catedralicio granadino traspasa sus propios límites penetrando en el campo de la pintura y, más en concreto, en el arte de la iluminación de los libros corales.
De hecho y en Granada, durante la primera mitad del siglo XVI, la ciudad se convertirá en uno de los centros con mayor número de cantorales iluminados; a pesar del retroceso en este campo pictórico debido al descubrimiento y progresiva difusión de la imprenta. A partir de 1520 comienza la lista de miniaturistas que trabajan en la elaboración de los libros corales como iluminadores de letras e historias:
Siglo XVI
Juan de Cáceres (fl. 1504-1524), el Maestro del Nacimiento (primera mitad del XVI), el Maestro del 1519 (¿Canderroa?, †1524), Juan Ramírez (primera mitad del XVI), Juan Soriano (fl. tercera década del XVI), Maestro de san Miguel en monte Gargano (fl 1546-1576), Lázaro de Velasco (†1585) y Manuel del Pino de finales del siglo.
Siglos XVII-XVIII
En los siglos XVII y XVIII se completa la nómina catedralicia de iluminadores con fray Pedro de Granada (fl. 1687-1715), fray Pedro de Zurita (fl. 1783), José de Toxar (fl. 1761-1768), Francisco Pérez de Orozco (último tercio del XVIII).
ESTILOS DE ILUMINACIÓN
Los miniaturistas de la primera mitad del siglo XVI muestran la influencia del nuevo estilo renacentista especialmente cuatrocentista; adoptan las nuevas formas decorativas en las orlas, en los elementos exteriores de las letras iniciales y en los fondos arquitectónicos conservando una cierta tradición flamenca en el plegado de los ropajes y en la forma de mover las figuras.
Durante el XVI Castilla —Pedro Berruguete (h. 1540-1503), Juan de Borgoña (h 1469-h 1536)— influye en los comienzos del arte andaluz: arquitectura, escultura, pintura. Con Juan Ramírez la miniatura de la librería granadina del coro se vincula a la escuela cordobesa. Con Lázaro de Velasco —principal miniaturista en Granada de la segunda mitad del XVI— desaparece toda huella de cuatrocentismo para alcanzar un estilo plenamente renacentista.
En el último cuarto del siglo XVI hay un franco retroceso en el arte de la iluminación de libro de coro. Con los escasos miniaturistas de los siglos XVII y XVIII muere el arte de la iluminación en los cantorales de la catedral granadina y las miniaturas conservadas de este periodo muestran escaso valor artístico.