Tapices

En 1928 la Hermandad de san Nicolás de Bari del templo homónimo del Albayzín deposita su soberbia colección de tapices flamencos en el museo de la Catedral; el grado de calidad artística de este conjunto es altísimo comparable al de los mejores ciclos de la colección real. Está compuesto por un total de siete telas: tres paños grandes, dos más pequeños y otros dos más alargados sin cenefas de urdimbre.

El pintor de los cartones

El cartonista para esta serie de tapices sólo pudo ser un buen pintor conocedor de la obra de Pedro Pablo Rubens (1577-1640) y de Antonio Van Dyck (1599-1641). Analizadas las personalidades más significativas de la pintura flamenca del XVII, así como los principales conjuntos liceros conocidos, el autor más apropiado, sin descartar algún maestro todavía anónimo, es Jan Boeckhorst (1604-1668); su estilo —un barroquismo agitado y enfático— y sus rasgos pictóricos pueden apreciarse en la serie de siete tapices del museo catedralicio: Las composiciones aparecen saturadas de personajes, de grandes figuras y netos perfiles, canon esbelto y apariencias extáticas, actitudes solemnes y de gran dignidad.

El maestro licero

Poco se sabe sobre el tapicero; al parecer, se apellidaba Roelants y estaba activo en Bruselas hacia el 1660. La cenefa de los paños, probablemente suya, adopta la forma de un marco arquitectónico decorado con tarjetas y animado de festones y angelillos. El recuerdo de las columnas laterales se mantiene de forma muy libre: sobre sendos pedestales —situados en la parte baja— ascienden hasta el entablamento superior dos series gemelas de putti (amorcillos presentando flores o frutas) y guirnaldas de frutas.

La temática de los tapices

Gira en torno a la persona del emperador romano (306-337), Constantino I el Grande, nacido entre 270 y 288, proclamado sucesor de Diocleciano (245-313) y augusto por sus soldados (306). En el 313 publica el Edicto de Milán, estableciendo la libertad para ser cristiano y ordenando la restitución de los bienes eclesiásticos confiscados. En los siete tapices su vida se concreta en los siguientes episodios: Visión de la Cruz, Batalla del puente Milvio, Entrada triunfal en Roma, Edicto de Milán, Matrimonio de Licinio y Constanza, Prohibición de la imagen de Constantino en los templos y Alabanza del buen gobierno de Constantino.

VISIÓN DE LA CRUZ

Desde el año 306 las luchas por controlar el imperio romano pretenden concentrar el poder en una sola persona. Majencio (h. 278-312) y Constantino disputan el control del oeste imperial; como narra la historia Constantino se hace con el poder. Según la tradición, la víspera de la batalla definitiva entre ambos —27 de octubre del 312Constantino y todas sus legiones contemplan en el cielo una cruz rodeada de la leyenda: ¡Vence con esto!
En la esquina superior izquierda del tapiz, uno de los más hermosos de esta serie, el texto, griego según la tradición, aparece en latín: IN HOC VINCES. Esta tela presenta la marca de Bruselas en el orillo de trama inferior; junto a ella, la firma I • LIEMANS.

BATALLA DEL PUENTE MILVIO

Desde la declaración de guerra (verano 311), las victorias de Constantino sobre Majencio se suceden; sus ejércitos avanzan hacia Roma. Era previsible que los romanos se amotinaran contra Majencio, quien no tendría más remedio que presentar batalla en campo abierto entre las Peñas Bermejas y el Puente Milvio. El 28 de octubre del 312 las legiones de Constantino aplastan a sus oponentes y Majencio perece ahogado en el Tíber. La promesa de la visión de la cruz se cumple; Constantino logra la victoria.

Presenta esta segunda magnífica pieza, en el mismo lugar que la anterior (orillo de trama inferior) la marca de Bruselas y la firma MATTH (¿HEUS? ¿-IUS?) ROELANTS, acompañada de un monograma.

ENTRADA TRIUNFAL DE CONSTANTINO EN ROMA

El 29 de octubre del 312 —al día siguiente de la victoria sobre Majencio en el Puente Milvio— Constantino entra triunfalmente en Roma, El flamante emperador, declarado y aceptado ya por todos como sucesor legítimo de la tetrarquía, inicia un nuevo régimen político donde el odio y la persecución del cristiano da paso a la tolerancia; acaba la Era de Diocleciano o Era de los mártires cuyo origen se remonta al 29 de agosto del 284.

Constantino, prudente y paulatinamente, va marcando otra actitud ante los cristianos. Primero, se niega, tras su victoria, a sacrificar a Júpiter. Más adelante, restituye a los cristianos —en los antiguos dominios africanos y europeos de Majencio— los bienes que éste les confiscara durante su gobierno.

A esta tela —la de mayores dimensiones de la serie— le faltan los dos orillos de trama siendo la única que presenta una mínima mutilación.

EDICTO DE MILÁN

Febrero del 313: Licinio (h. 250-325) y Constantino establecen un gobierno pacífico del Imperio y, además, extienden a todo su territorio la libertad religiosa promulgada por Galerio (h. 260-311) quien, poco antes de su muerte, publica un edicto dando fin a la persecución oficial de los cristianos. En Milán, Licinio y Constantino amplían el edicto y lo hacen suyo. En todo el imperio se goza de plena libertad religiosa: los bienes confiscados son restituidos a sus anteriores propietarios cristianos previendo, también, el pago de las correspondientes indemnizaciones.
Tejida en el orillo de trama inferior aparece la marca MA•RO, perteneciente a M. Roelants, firma presente en la batalla del puente Milvio.

CONSTANZA HACIA SU MATRIMONIO CON LICINIO

La Convención de Milán, desde el punto de vista político, supuso la unión de Constantino y Licinio en contra de Maximino II Daya, (†313), perseguidor de los cristianos, césar de Oriente —excepto Asia Menor e Iliria— bajo el mando de su tío Galerio y, más adelante, augusto autoproclamado de Egipto y de Asia Menor.

Constantino y Licinio sellan su pacto concertando el matrimonio del segundo con Constanza, hermana de Constantino. En abril del 313 Maximino II Daya se suicida en Tarso, envenenándose, tras haber sido vencido por Licinio en Campo Ergeno, cerca de Pirinto. El imperio queda así unificado en dos grandes bloques de poder.

Cuando se enfrenten se volverá a formar un cuerpo en manos de un solo emperador. Después de un largo periodo de tensiones, Constantino y Licinio terminan por enfrentarse llegando a la guerra. En el verano del 324 Licinio es derrotado por Constantino sucesivamente en Adrianópolis y Crisópolis, y toda su armada es destruida por Cayo Flavio Julio Crispo (305-326), primogénito de Constantino. Sin otra salida posible, Licinio presenta su rendición en Nicomedia, obteniendo, al menos, gracias a la intercesión de Constaza, la promesa de salvar su vida. A pesar de ello, un año más tarde, en el 325, Licinio es ejecutado en Tesalónica; su hijo, Licinio el Joven, corre la misma suerte.

Este tapiz es uno de los dos más alargados, carece de cenefas de urdimbre y está bordeado tan sólo por un doble orillo.

PROHIBICIÓN DE LA IMAGEN DE CONSTANTINO

La orientación cristiana del gobierno de Constantino llega a hacerse bastante radical, sobre todo a partir del momento de la unificación del Imperio. Ya en el 323 suspende la celebración de sacrificios durante los aniversarios imperiales. En el 325 convoca el primer concilio ecuménico, Nicea I. Con la asistencia de más de 220 obispos provenientes de toda la cristiandad, se celebra bajo el pontificado de san Silvestre I (†335) probablemente bajo la presidencia de su legado, Osio (256-367), obispo de Córdoba, y en presencia del emperador Constantino.

Tras la condena del arrianismo y la aceptación del Credo en el Concilio de Nicea, prosigue Constantino su política religiosa: desamortización general de los santuarios paganos, supresión de los templos escenarios de prácticas escandalosas (Afrodita en Afaca, Fenicia; Asclepios en Egea, Cilicia). Según narra Eusebio de Cesarea (†339; considerado el padre de la historia eclesiástica) en su Vita Constatini —panegírico en honra del emperador— el propio Constantino habría dictado una ley ordenando la retirada efectiva de sus imágenes en los templos paganos.
Este tapiz de dimensión mediana es de los mejores conservados de la serie y uno de los más estimables, merecedor de especial atención por la rareza de su iconografía.

ALABANZA DEL BUEN GOBIERNO DE CONSTANTINO

Con este séptimo y último tapiz concluye esta historia del emperador Constantino. Gran parte de ella nos ha llegado a través de dos contemporáneos suyos: el obispo de Cesarea, Eusebio (h. 263-339) y un retórico africano convertido al cristianismo. L. Cecilio Firmiano Lactancio (h. 260-h. 325).

Alabanza al buen gobierno de Constantino es el segundo paño sin cenefas de urdimbre y alargado como el tapiz de Constanza hacia su matrimonio con Licinio. Para su composición ha sido aprovechada parte del cartón sobre la Entrada triunfal de Constantino en Roma.