Hacedlo en recuerdo mio


La narración de la historia de la salvación contada en el programa iconográfico de la capilla mayor, afirma el papel central de la eucaristía:
Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío. Este es el cáliz de la Nueva Alianza en mi sangre; cuantas veces lo bebáis, hacedlo en memoria mía. (1Co 11,24)
Cuando se contempla la fachada canesca de la catedral granadina su gran rosetón central cautiva nuestra atención; es un símbolo eucarístico, una estrella de dieciséis puntas con la forma de roscón de la custodia eucarística. Traspasado el umbral, nuestra mirada queda atraída por la capilla mayor cuyo foco y corazón es la mesa del altar y el tabernáculo; todo el programa iconográfico de la capilla arranca de la centralidad dinámica de la eucaristía. Su celebración —sacrificio, banquete, presencia— tiene su pasado, su presente y su porvenir.

RITO DE CONMEMORACIÓN

Cuando, por última vez (Mt 26,17-25; Lc 22,7-23; Jn 13) Jesús se pone a la mesa para cenar con sus apóstoles y amigos —que han hecho todos los preparativos— recuerdan un gran hecho histórico del pasado del pueblo hebreo: La salida de Egipto de sus antepasados, acontecimiento personal y comunitario, teologal y político, recordado en un solemne acto litúrgico: el banquete pascual, una apresurada comida —cordero asado, pan ácimo, hierbas amargas— bastón en mano para hacer camino hacia la plena liberación final (Ex 12, 1-28;33-36).

Jesús, antes de morir y resucitar, celebra con los suyos, apóstoles y amigos, un rito de conmemoración. Todos los comensales recuerdan la liberación de la casa de la esclavitud y quedan a la espera…

RITO DE ACTUALIZACIÓN

Además, en la santa cena Jesús cumple las esperanzas del pueblo de Israel: Él ya no es el cordero pascual, sino el Cordero de Dios; ahora, más allá de la liberación de las coyundas egipcias, la liberación del pecado y de la muerte entrando en la nueva vida de gracia y amor.

En el banquete de Jesús con sus amigos, los apóstoles, recuerda, pero, al mismo tiempo inaugura un rito de actualización: establece la nueva alianza permanente hasta que retorne. La pascua —siempre éxodo— es él, Jesús, el Señor. Nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado (1Cor 5,7b).

Por ello, la participación en la santa cena es gozo y alegría en medio de las tribulaciones, alegría teñida de gravedad pues nuestra comunión es con Quien sufrió y entregó su vida por nosotros; alegría que brota de la comunión viva con Aquel que ahora, en la celebración eucarística, viene.

RITO DE ANTICIPACIÓN

Por la nueva alianza, a quienes perseveraren en Cristo Jesús siguiéndole en sus pruebas, se les promete la alegría definitiva, ya sin llanto ni dolor, de comer y beber en la mesa de su Reino. El mismo Jesús así lo dice a sus apóstoles: «Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.» (Luc 22,28-30).

La celebración eucarística es, por tanto, un rito de anticipación. En el banquete mesiánico donde la alegría y el amor serán completos y definitivos, muchos, de oriente y occidente, se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos (Luc 14,15b):

«¡Dichoso quien pueda comer en el Reino de Dios!»

Junto a esta centralidad eucarística —pasado, presente, porvenir— hay en la capilla mayor otros elementos para completar su carácter de lugar sagrado, de espacio para encuentros: la sede episcopal y el coro, el facistol, las lámparas, el candelero del cirio pascual, los púlpitos. Todo ello apuntando a la celebración de la Palabra y del Banquete del Señor. La eucaristía, corazón de la historia de la salvación, centra todo el programa iconográfico de la capilla mayor. Una historia de la salvación que se narra en este espacio recurriendo a diversas clases de expresiones artísticas: vidriería, escultura, pintura.