Su morada entre nosotros


La Catedral granadina está dedicada al misterio de la Encarnación, su primer y gran tema generador armonizado con estos otros tres: La declaración de triunfo —más espiritual que militar—, la promesa del perdón y la expresión de júbilo.

«Y la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros.» (Jn 1,14).

Es el hecho que los pinceles de Cano plasman en el lienzo central de este ciclo de la vida de la Virgen: La Encarnación de Jesús en el seno de María: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús (Lc 1,30-31). Para este acontecimiento —novedad total en la historia de la salvación— crea Cano una tipología iconográfica totalmente nueva. El arcángel Gabriel no cobija, ni alberga, ni protege; con sus alas abatidas ya no anuncia, adora. El Espíritu no es aquí paloma (relato del bautiso de Jesús: Mt 3,16; Mc 1,10; Lc 3,22 y Jn 1,32), sino luz («Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo».

Dos grandes temas neotestamentarios —la palabra, la luz— están mostrando a Quien ya ha llegado para hacer de los creyentes hijos de la luz. Mas la palabra y la luz ponen su morada, desde este momento de la historia, en María, primer tabernáculo humano de Jesús, definitiva tienda de reunión, arca de la nueva alianza. Por ello, esta Encarnación canesca —este gozo de María— no hace sino subrayar la centralidad eucarística de la capilla mayor, donde las artes de un burgalés y un granadino conversan. También Jesús es luz: «Yo soy la luz del mundo; quien me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.» (Jn 8,12). Con el hecho central de la Encarnación, María recibe y acoge a la Luz, símbolo de la vida, la felicidad y la alegría y todos los seguidores de Jesús son hijos de la luz.

«… se levantó María»

Continúa la historia que sigue ilustrando, siempre en preciso y comunicativo color, Alonso Cano: La visitación de María a su prima Isabel. Dos mujeres, anciana y joven, dos madres, Ana y María, se encuentran y se funden en un abrazo y resuena uno de los más bellos cánticos del himnario cristiano (Lc 1,46-47):

Proclamo la grandeza del Señor, me alegro en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora, todas las generaciones me llamarán dichosa.

En la fiesta litúrgica de la Visitación (31 de mayo) la primera lectura se toma del Cantar de los cantares —libro del Antiguo Testamento y cumbre lírica— y la segunda de una homilía de san Beda el Venerable (h. 672-735: célebre por sus comentarios a las Escrituras) que comenta el Magníficat y la práctica eclesial de recitarlo diariamente:

[…] se introdujo en la liturgia de la Iglesia la costumbre de recordar este cántico diariamente en la oración de la tarde, ya que, de su recitación y del recuerdo cotidiano de la Encarnación del Señor, se encienden las almas de los fieles a la verdadera devoción, y recordando constantemente los ejemplos de la Madre de Dios se afianzan sus virtudes. Esta recitación se hace oportunamente en la oración de la tarde para que nuestro espíritu, fatigado y distraído por los trabajos y por las ocupaciones diarias, se recoja en su propia intimidad, precisamente cuando llega el tiempo para el reposo.
Las figuras centrales —María e Isabel— tienen como fondo una pilastra en la que aparece la cifra 653 indicación del año —1653— en el que previsiblemente Cano realizó esta pintura de gran profundidad. La gran arcada, los celajes, el emparrado, una estrella rutilante sobre María, son detalles complementarios del simbolismo de este alarde pictórico canesco.
Natividad de Jesús

«Se le cumplieron los días del alumbramiento»

Nuestra historia —historia de la salvación— continúa; ahora, con toda la luminosidad de una vidriera de Teodoro de Holanda (Theodoricus Iacobi Amstelredamus) La Natividad de Jesús en pareja con la vidriera sobre El pecado original. Frente al desorden, el desacato y la desobediencia, se posa el espíritu del Señor trayendo paz a esta tierra (Is 11,3-8):

No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas; defenderá con justicia al desamparado, con equidad dará sentencia al pobre. Herirá al violento con el látigo de su boca, con el soplo de sus labios herirá al impío. Será la justicia ceñidor de sus lomos: la finalidad ceñidor de su cintura. Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará con la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente.

La vidriera de Teodoro de Holanda recoge la clásica representación del Niño recostado; María en actitud orante y, tras ella, de pie, José. Otros personajes —pastores y mujeres— completan una escena cargada de devota admiración. No faltan los tradicionales animales del buey y de la mula, ni los ángeles cantores sosteniendo un pergamino conteniendo texto y música. La gran luminosidad central —a partir aproximadamente de la mitad superior de la vidriera— recuerda al ángel del Señor que anuncia el nacimiento a un grupo de pastores a quienes la gloria del Señor los envolvió en su luz.
Adoración de los Magos de Oriente Matanza de los inocentes

«Gloria a Dios en las alturas…»

Apenas nacido, este niño se convierte en signo de contradicción conforme a la profecía del anciano Simeón: Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel y para ser señal de contradicción. (Lc 2,34). Señal de contradicción que se manifiesta a unos pastores cercanos y a unos lejanos magos viniendo desde oriente. Por una parte, los pastores, que pernoctaban al raso, se acercan a Belén ; se les ha manifestado un ángel que les trae una esutpenda noticia. Tras encontrar a un niño, con María y José, envuelto en pañales y acostado en un pesebre, retornan a sus apriscos glorificando y alabando al Señor (Lc 2,8-20).

Unos magos, por otra parte, viajeros desde el oriente, tras una estrella, al ver al Niño con su Madre, se postran, le adoran y le ofrecen oro, incienso y mirra retirándose a su país por otro camino. Este hecho queda reflejado en La adoración de los Magos, una nueva vidriera de Teodoro de Holanda (Mt 2, 1-12), quienes, advertidos en sueños de no volver a ver a Herodes, tornaron a su tierra por otro camino. José, prevenido por un ángel del Señor, huye con María y el niño a Egipto. Herodes, burlado por los magos, se enfurece y envía a matar a todos los niños menores de dos años de Belén y de su comarca (Mt 2,16-18). Otra vidriera de Teodoro de Holanda ilustra este hecho bíblico: La matanza de los inocentes.

«He venido a dar cumplimiento»

Circuncisión y presentación de Jesús en el templo, purificación de María. Los padres de Jesús, como los padres de Juan, judíos piadosos y observantes, cumplen cuanto prescribe la ley. Una nueva vidriera —de Teodoro de Holanda La Circuncisión de Jesús y una nueva pintura canesca La presentación de Jesús en el templo y la purificación de María narran estos momentos de la economía de la salvación.

En la vidriera de Teodoro de Holanda el Niño es presentado por María ante el sacerdote que procede al rito de la circuncisión en el interior del templo. Al pie y en primer término un acetre con su hisopo. Viste María en el cuadro de Alonso Cano manto azul —divinidad— sobre túnica roja —humanidad—; María mira con ternura a su hijo, lo presenta; a sus pies, la ofrenda de los pobres: el par de tórtolas o dos pichones. Sobre su cabeza luz —pequeña estrella luminosa— que recuerda la luz —estrella— del cuadro de la Visitación; estas diminutas luces ¿invitan a recordar el gran haz luminoso del cuadro de la Encarnación? San José, con una vela en su mano derecha, aparece por única vez en esta serie septenaria de gozos y alegrías de María.