Hasta que venga aquél


Comienza nuestra historia (Gn 49,10). En este espacio —cultual y cultural, cristiano y arquitectónico— de la capilla mayor la narración de la historia de la salvación se remonta a sus principios: La creación de Adán y Eva, los primeros padres. En el principio sobre la tierra, caótica y vacía, el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas. La presencia de los dos maravillosos bustos canescos policromados por el pintor Juan Vélez de Ulloa nos sitúan en los albores de la historia cristiana: Adán, primer varón; Eva, primera mujer. Con el sosiego de los ya redimidos, Adán y Eva, bustos bellos, ojos serenos, ya liberados en Cristo Jesús —el nuevo Adán, nacido de la nueva Eva— contemplan desde el claroscuro de los óculos circulares el cumplimiento de la historia de la salvación.

«Macho y hembra los creó»

Estamos en la narración de la vida de los primeros padres Adán y Eva contada en los cuatros paneles del pedestal del cirio pascual: Creación de Eva, Eva cogiendo el fruto prohibido, Expulsión del jardín de Edén, Los trabajos de Adán; motivos todos ellos que nos sitúan en los tres primeros capítulos del Génesis, en los albores de la historia de la humanidad.

«Tomó Eva de su fruto y lo comió»

Pero, siguiendo con nuestra historia, Adán y Eva no son fieles al Señor; su caída, su pecado, es contado por Teodoro de Holanda en la vidriera conocida como El pecado original o La caída de Adán y Eva (Gn 3,8-11):

«Oyeron a Yahweh Dios que se paseaba por el jardín al fresco del día y se escondieron de Yahweh Dios el varón y su mujer, en medio de la arboleda del jardín. Pero llamó Yahweh Dios al varón diciendo: «¿Dónde estás?» Y Adán contestó: «Te he oído en el jardín y, temeroso porque estaba desnudo, me escondi.» Yahweh Dios le dijo: «¿Y quién te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?»»

«El día se avecina»

La historia comenzada con los primeros padres continúa. En el siglo VIII a.C. el profeta Isaías anuncia la señal del Emmanuel: Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: he aquí que la doncella ha concebido y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. Nace la doncella inmaculada en su concepción. Alonso Cano pinta La Inmaculada Concepción de Maria, una agraciada joven con túnica blanca y manto azul; blanco por su pureza, azul por su amistad con Dios. San Anselmo (1033-1109), en uno de sus discursos, la describe así:
Dios es, pues, el Padre de las cosas creadas, y Maria, la madre de las cosas recreadas. Dios es el Padre a quien se debe la constitución del mundo y María la Madre a quien se debe su restauración. Pues Dios engendró a aquel por quien todo fue hecho y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado. Dios engendró a aquel del cual nada existe, y María dio a luz a aquel sin el cual nada subsiste.

Concebida inmaculada, nace María de Ana y Joaquín. Cano pinta La Natividad de María. En el rojo —gran dosel, colcha— afirmación rotunda de la humanidad; sigue la historia: el padre ofrenda a María elevándola hacia un cielo donde luce el Espíritu santo. Pasan unos años… y María es llevada por sus padres al templo de Salomón. Cano pinta La Presentación de María en el templo; esta niña, vestida de azul, dedicada al Señor, se acerca dichosa subiendo con decisión las gradas del templo.

En la memoria litúrgica de este día (21.noviembre) leemos: María cumplió perfectamente la voluntad del Padre y, por esto, mayor mérito tiene María por haber sido discípula de Cristo que por haber sido Madre de Cristo, y mayor gozo por haber sido discípula de Cristo que por haber sido Madre de Dios. Por esto era María dichosa, pues, aun antes de dar luz al Maestro, lo llevó en su seno. […] Santa es María, dichosa es María. Pero es mejor tesoro la Iglesia que la Virgen María.

¿Por qué razón? Porque María es una parte de la Iglesia, un miembro santo, un miembro destacado, un miembro extraordinario; pero al fin y al cabo un miembro de la totalidad del cuerpo. Y por supuesto es más el cuerpo que un miembro de todo el cuerpo. La cabeza es el Señor, y el Cristo total, la la cabeza y el cuerpo. ¿Qué estoy diciendo? Tenemos una cabeza divina, tenemos a Dios por Cabeza.