Altar Mayor y Cirio Pascual


El centro de todo templo cristiano es su altar mayor. Independientemente de los tratamientos históricos y arquitectónicos, el altar mayor siempre es mesa de recuerdo y conmemoración, mesa de actualización y presencia, mesa de anuncio y anticipación. Es lugar de la celebración eucarística a la luz de la resurrección del Señor evocada y simbolizada en el ardiente cirio pascual. Sobre el altar mayor, pan y vino; sobre el gran candelero, cirio pascual con su luz. Todo para que la comunidad celebre, por esta historia, su peregrinación siempre guiada por quien es la luz (Jn 8,12-19) y confortados con el alimento bajado del cielo que da la vida al mundo (Ex 16,12-35; Salm 78(77),23-25; Sab 16,20-21; Jn 6,30-58).

EL ALTAR MAYOR

En el programa arquitectónico siloesco de la capilla mayor hay dos aspectos importantes: el altar —centro en la rotonda abierta — y la colocación circular de los fieles alrededor del mismo. Hasta este momento la disposición hispánica de los templos era básicamente longitudinal.

Nueva experiencia religiosa

La planta catedralicia granadina proporcionaba una experiencia religiosa esencialmente diferente a la de los templos europeos contemporáneos y medievales: Gracias a la proximidad física de la congregación en torno al altar, se creaba mayor intimidad con el celebrante intensificándose así la participación comunitaria en la Cena del Señor. Consta que la multitud se agolpaba en los pasillos llegando hasta la misma plataforma del altar mayor. Se cumplía así el deseo del primer arzobispo —el jerónimo fray Hernando de Talavera— de recrear y recuperar los antiguos usos de los tiempos apostólicos.

Esta visibilidad y centralidad de la mesa del sacrificio era, obviamente, propósito fundamental del original diseño siloesco arquitectónico e iconográfico. La historia de la salvación —narrada en el conjunto de esculturas, pinturas y vidrieras presentes en este espacio sacro— tiene su corazón en el altar mayor y el ciborio que se levanta sobre él.

El altar siloesco

El altar original de Siloe —concebido probablemente en 1528 y terminado con anterioridad a la consagración de la cabecera en 1561— fue dibujado posteriormente por Francisco Heylan en el grabado hecho antes de su sustitución en 1614. De acuerdo con este testimonio gráfico el altar siloesco —colocado sobre una plataforma de aproximadamente un metro de altura— era el altar un bloque aislado de unos tres metros de largo, cubierto por un rico tejido, sin ningún otro adorno. Una disposición del altar totalmente extraña a la previa tradición litúrgica hispánica. Lo más singular es su forma de bloque aislado, un tipo raramente diseñado en España y en Europa a partir del siglo XI. Siloe traza un altar mayor sin retablo ni relicarios ni rejas, sin ninguna de las acostumbradas imágenes o relatos de misterios de la vida de Jesucristo, de María o de los santos. Definitiva centralidad arquitectónica, funcional, para la relevancia litúrgica de la celebración eucarística; un retorno a las costumbres apostólicas de la Iglesia primitiva.

Todo cuanto paulatinamente se había ido añadiendo durante la baja Edad Media a la simple forma de mesa del altar paleocristiano fue eliminado. Los únicos rasgos medievales conservados en este altar fueron su forma oblonga y la mayor superficie de la mesa. En resumen, Siloe realizó un altar mayor despojado de todas las funciones secundarias añadidas entre los siglos X y XV: un altar exclusiva y únicamente eucarístico, totalmente desprovisto de imágenes pictóricas o escultóricas, centro de atención y participación de la comunidad (1Mac 4,54-56):

Fue inaugurado el altar con cánticos, cítaras, arpas y címbalos. El pueblo entero se postró rostro en tierra y bendijo al Cielo que los había conducido al triunfo. Durante ocho días celebraron la dedicación del altar y ofrecieron con alegría holocaustos y el sacrificio de comunión y acción de gracias.

El ciborio siloesco sobre el altar

El ciborio de Siloe para el altar eucarístico del templo catedralicio —una gran custodia era lo único sobre el altar— tenía pocos precedentes en España. Para cubrir esta custodia y el altar aislado construyó un ciborio o baldaquino de madera tallada y dorada; su altura aproximada era de unos doce metros. El ciborio estaba formado por dos cuerpos; el primero, el inferior, de planta cuadrangular y el segundo o superior de forma más octogonal que cilíndrica, rematado por un pequeña cúpula coronada por una cruz.

EL CANDELERO DEL CIRIO PASCUAL

La vigilia pascual en la noche del sábado santo comienza por la liturgia de la luz, acción celebrada fuera del templo, a la luz de la luna nueva y de las estrellas. Se enciende fuego, se bendice; con este fuego nuevo se prende el cirio pascual, símbolo de Cristo, el Señor, Luz del mundo: Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo, el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12). Tras el cirio recién encendido, elevado, siguiendo a Cristo, la comunidad va entrando procesionalmente en la oscuridad el templo. Por tres veces se oye cantar en tono más alto Luz de Cristo; Demos gracias a Dios aclama la comunidad que enciende sus velas en el fuego del cirio pascual. Cuando la procesión alcanza el altar se encienden todas las luces del templo. Es el momento de escuchar el pregón pascual:

En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, el sacrificio vespertino de esta alabanza, que la santa Iglesia te ofrece, en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas. Te rogamos, Señor, que este cirio arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche. Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso: Cristo, que volviendo del abismo, brilla sereno para el linaje humano.


ARQUITECTURA DEL CANDELERO

El candelero catedralicio del cirio pascual es obra de Esteban Sánchez, escultor de la primera mitad del XVI, a quien se le atribuye la hermosa imagen de la Virgen con el Niño (Gójar, Granada) y colaborador de Pedro Machuca (†1550). Es una obra renacentista realizada en madera tallada. En la actualidad presenta una decoración dorada sobre fondo blanco marmóreo que —durante la época barroca— cubre la policromía estofada original. La restauración de finales de los ochenta lo limpió de numerosos repintes, pero no recuperó la policromía primera. En su conjunto, este candelero está concebido como un soporte abalaustrado; en él pueden diferenciarse cuatro elementos que, desde abajo hacia arriba, son: bases (cuadrada y troncopiramidal), tambor, columna y pebetero.

Base cuadrada

Comenzando desde abajo el candelero dispone de una primera base cuadrada. Está hecha a modo de cajonera con ruedas para facilitar sus desplazamientos. Este suplemento (31 cm de altura) le fue añadido en el XVIII y está decorado con el típico ornato dieciochesco de rocalla.

Base troncopiramidal

Sobre la base cuadrada la base troncopiramidal; tiene cuatro paneles (de 95 cm en la base y 69 cm de altura) decorados con tondos narrativos conteniendo relieves de escenas inspiradas en los relatos de la creación del Génesis. Su orden —siguiendo el relato del primer libro bíblico— es: La creación de Eva, Eva cogiendo fruto del árbol prohibido, Los trabajos de Adán, La expulsión del jardín de Edén. Rodeando los cuatro tondos el resto de la decoración con ángeles niños y sibilas en relieve que se adaptan a los vanos enmarcados por su posición rampante. Las aristas de los paneles aparecen fuertemente realzadas por carnosas molduras de guirnaldas. Unas abrazaderas atornilladas en los ángulos inferiores de la base permiten mover con facilidad el candelero.

Tambor

Sobre el pedestal que forma la doble base, el tambor; sección cilíndrica ornada con cuatro cabezas de querubines —en eje con las escenas bíblicas de la segunda base— y unos paños ondulantes entrelazados con las alas de los querubes; sobre los paños niños sentados.

Columna piramidal

A continuación, la columna piramidal; su arranque cubre una vegetación de hojas de acanto superpuestas dando paso a una sencilla decoración acanalada en el resto del fuste.

El pebetero

Coronando toda la obra, el pebetero sobre el que se alza el cirio pascual: una gruesa moldura bocelada decorada con anchas estrías y cuatro cabecitas de angelillos da paso a un platillo de gran vuelo, embellecido con una cinta de motivos vegetales. Sobre él el cirio pascual que puede llevar algún tipo de decoración en la que no suele faltar el año, la cruz y las letras griegas Α y Ω (alfa y omega, Jesucristo: plenitud, principio y fin).

DISCURSO ICONOGRÁFICO DEL CANDELERO

El discurso iconográfico presente en este mueble litúrgico forma parte del más amplio programa alegórico y simbólico de la capilla mayor; la intención iconológica de sus vidrieras, esculturas y lienzos está clara: Narrar nuestra historia de la salvación centrada en la eucaristía —pasado, presente, porvenir— desde los comienzos hasta nuestros días. Por ello, empieza con dos esculturas canescas —bustos de Adán, primer varón, y Eva, primera mujer— y una vidriera que cuenta el episodio de El pecado original o La caída de Adán y Eva, obra de Teodoro de Holanda. La ampliación de esta protohistoria se detalla en la iconografía del candelero del cirio pascual.

Cuatro relatos bíblicos (La creación de Eva, Eva cogiendo fruto del árbol prohibido, Los trabajos de Adán, La expulsión del jardín de Edén) adornan los cuatro paneles de la base troncopiramidal del candelero narrando así los principios de la historia salvadora. El apóstol Pablo nos dejó escrito en su carta a los romanos: Por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron (5,12). Y en su primera carta a los corintios (15,22) el mismo Pablo superará la solidaridad de toda la humanidad en el pecado con la solidaridad en la vida: Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo.

Y continúa Pablo el paralelismo entre Adán y Cristo en la misma carta y en el mismo capítulo: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida (versículo 45); Y del mismo modo que hemos revestido la imagen del hombre terreno, revestiremos la imagen del celeste (v. 49).