Arquitectura y Decoración Fachada Principal


Aunque la primera piedra del templo se coloca el 25 de marzo de 1523 —día de la solemnidad litúrgica de la Anunciación del Señor—, la construcción de su fachada principal es abordada en la fase final de la edificación, a partir de 1660, con la intención, por parte del cabildo, de proseguir y terminar con el diseño siloesco.

DESDE CANO (†1667) HASTA AGUIRRE (†1697)

Tras una serie de avatares es, finalmente, Alonso Cano el encargado de proyectar la fachada en 1667. Tras su muerte en este mismo año, los siguientes maestros mayores van completando —con notables transformaciones— el original programa arquitectónico e iconográfico canesco: José Granados de la Barrera (1668-1685) y Melchor de Aguirre (1688-1697). Durante este periodo se suceden en el gobierno de la arquidiócesis cuatro arzobispos: Diego Escolano y Ledesma (1669-1672), fray Francisco de Rois y Mendoza (1673-1677), fray Alonso Bernardo de los Ríos y Guzmán (1677-1692) y el gran mecenas de la Catedral, Martín de Ascargorta (1693-1799).

DECORACIÓN FINAL (SIGLO XVIII)

Ya en el siglo XVIII se completa la ornamentación y decoración de la fachada a cargo del granadino José Risueño y Alcónchez (1665-1732), del sevillano Pedro Duque Cornejo y Roldán (1678-1757) y de los franceses Verdiguier (padre e hijo; Juan Miguel (1706-1795) y Luis Pedro). No todos los elementos ornamentales de la fachada tienen la misma calidad estética. Los artistas que van intervniendo en su decoración final están formados en otras escuelas y sus criterios estéticos son diferentes.

PROYECTO ARQUITECTÓNICO DE CANO, 1667

Cuando, en 1666, Alonso Cano se incorpora a los trabajos de la Catedral como maestro mayor aprovecha figurativamente —para el trazado de la fachada— la estructura de sus cinco naves. El racionero ya había contribuido al esplendor de la capilla mayor con su serie «única en la historia de la pintura española» de siete cuadros al óleo sobre el ciclo de la vida de la Virgen. Suyos son también —para este mismo recinto de la capilla mayor— el diseño de las dos magníficas lámparas y el facistol coronado primero con la joya de su Inmaculada Concepción —hoy en la sacristía— y después con su Virgen de Belén, hoy en el museo catedralicio. En su trazado de la fachada catedralicia, arranca Cano de los cuatro grandes pedestales ya colocados desde la época de Siloe, ciñéndose a ellos.

La fachada, preludio del recinto interior

Frente a las tradicionales fachadas-retablo, Alonso Cano adelanta y refleja exteriormente la disposición y la organización interiores del templo: cuatro poderosos estribos de los arcos para apoyar las tres bóvedas. Recupera así Cano la dimensión triunfal —una de las características del templo— con tres gigantescos arcos abiertos sobre un sistema de superposición de órdenes apilastrados que divide los estribos mediante sencilla cornisa saliente y entablamento organizando así la fachada en dos cuerpos.

Contrastes, luces y sombras

Las dimensiones de los arcos triunfales simplifican la fachada. Distintos tonos y contrastes entre piedras y mármoles (ocres y blancos), protagonismo del juego de luces y de sombras —gracias a los fuertes retranqueos de planos entre estribos de los arcos y paños del muro— sustituyen la profusa decoración renacentista.

¿Cuántas fachadas españolas del siglo XVII pueden darse como equivalente a ésta? Y aún pensando en lo italiano, hay que reconocer que fuera de los ejemplos del Borromini, el Bernini y P. de Cortona, son contados los casos de fachadas barrocas seiscentistas de la fuerza y originalidad de la granadina
. (E. Orozco Díaz)

EL CUERPO CENTRAL DE LA PORTADA

La gran puerta central es más alta que las laterales. Presenta un arco triunfal ornamentado descansando sobre pilastras sin capiteles; a ambos lados, las estatuas de san Pedro y san Pablo soportadas por repisas formadas por niños.
Sobre el gran arco triunfal central, tondo con altorrelieve de la Encarnación, obra en mármol blanco de 1717, del escultor granadino José Risueño; sobre él, gran tarjetón con la salutación de inspiración evangélica Ave María (Lc 1,26).
Dentro de este primer cuerpo y en la parte superior de las pilastras que enmarcan el paramento de la puerta central medallones con altorrelieves de dos evangelistas: Marcos y Lucas con sus atributos iconográficos clásicos: león y toro.
En el segundo cuerpo central la claraboya estrellada (alusión trinitaria y eucarística) en medio del ático rematado por un jarrón de azucenas, símbolo de la pureza de María, blasón del templo catedralicio. Con una distribución recogida y prieta de las azucenas, presenta el gran jarrón sin asas una forma agallonada en su parte superior mientras que su parte inferior está recubierta de hojas de acanto.
Al pie de las pilastras centrales y apoyadas sobre los salientes de la cornisa, dos estatuas de piedra —representando al Antiguo y al Nuevo Testamento— flanquean el tondo central eucarístico; en el remate de las pilastras, golpes de follaje.
Sobre el centro del arco triunfal cruz de hierro y en sus laterales dos pináculos, fruto de la intervención de Melchor de Aguirre, (maestro mayor 1688-1697) que sustituye el proyecto de Alonso Cano de coronar los remates de la fachada con estatuas de los apóstoles.

LAS DOS PUERTAS LATERALES DE LA FACHADA

Nos detenemos ahora en las dos puertas laterales de la fachada principal. Por encima de cada uno de sus arcos triunfales, los dos grandes relieves de La Visitación de María a su prima Isabel (a nuestra izquierda) y La Asunción de María a los cielos (a nuestra derecha), que, junto al gran relieve central de La Encarnación del Hijo de Dios en el seno de María, son tres de los gozos de María tratados por Cano en su gran ciclo mariano de pinturas de la capilla mayor.
En el remate de las pilastras, dentro del primer cuerpo, se repiten dos nuevos medallones con otro par de evangelistas: san Mateo y san Juan. Sobre ellos y apoyadas en los salientes de la cornisa dos estatuas de piedra representando al Antiguo y al Nuevo Testamento.