Altares del Crucero Principal

DOS DOS ALTARES DEL CRUCERO PRINCIPAL

Al contemplar la capilla mayor del templo catedralicio granadino nos encontramos ante el siguiente hecho: La singularidad iconográfica de este recinto sagrado junto a su singularidad arquitectónica. Este espacio empezó a gestarse en 1528 con el proyecto Alba-Siloe y es único entre todas las catedrales españolas; responde a una singular intención iconológica urdida por la historia de la salvación. Esta historia es motivo de memoria, transmisión y celebración para la comunidad que, en el templo catedralicio, se reúne en nombre del Señor. Mas antes de entrar en esta capilla mayor y contemplar con algo de detalle su programa iconográfico preciso detenerse en sus umbrales…

ARQUITECTURA DE LOS RETABLOS

En el crucero principal y cerrando las dos naves intermedias nos encontramos junto al arco toral con dos altares de piedra obra de Siloe. Ambos presentan dos cuerpos. El cuerpo inferior tiene arco de medio punto con ángeles y adornos en sus enjutas apeado sobre pilares enmarcando el conjunto dos columnas corintias con capiteles dorados; sobre los entablamentos textos latinos. Todo ello para enmarcar y resaltar su gran pintura central al óleo. En el cuerpo superior otro arco de medio punto más pequeño descansando sobre pilastras estriadas; en las enjutas medallones con relieve de cabeza. Un segundo entablamento y el tímpano decorado con medallón central con el mismo motivo de cabeza rematan el altar. Como en el cuerpo inferior un gran lienzo.

EPIGRAFÍA DE LOS RETABLOS

En ambos entablamentos los textos latinos escogidos invitan a adoptar la actitud adecuada: admiración, sobrecogimiento, alegría, ante cuanto acontece y se está narrando en la capilla mayor. El texto latino traducido del altar del lado del evangelio dice «Está Yahvéh en este lugar» y el del altar de la epístola: «¡Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo!». Ambos están tomados del Antiguo Testamento, de su primer libro, el Génesis.

ALTAR DEL SANTO CRISTO

Encastrados en este retablo del lado del evangelio —como en el de la epístola— dos óleos sobre lienzo, obras de discípulos de Cano: Pedro Atanasio Bocanegra (1638-1689) Juan de Sevilla (1643-1695). Son cuatro pinturas de empeño, realizadas en el decenio de 1670, que representan lo mejor de ambos artistas.

En el cuerpo inferior Flagelación de Jesús o Cristo atado a la columna, de Juan de Sevilla. Obra estimada por los capitulares como una de las mejores pinturas que hay en esta Andalucía .Representa a Jesús intensamente iluminado en primer término: desnudo, digno, atado al fuste de la columna. La escena tiene lugar en el grandioso ámbito de un colocal zaguán con altura y profundidad gracias al vano cenital abierto.

En el cuerpo superior Martirio y triunfo de san Cecilio, patrón de Granada, obra de Bocanegra. El fundador de la Iglesia en Granada recibe el martirio junto a sus discípulos en el monte Valparaíso; subraya el triunfo la gloriosa presencia de Jesucristo —sedente y envuelto en manto bermellón—, María —elegancia— y Santiago, patrón de España, ascendente entre el celaje.

ALTAR DE SAN BERNARDO

En este segundo altar pétreo —del lado de epístola— los pintores intercambian las posiciones; Bocanegra pinta el cuadro inferior y Sevilla el superior. En el cuerpo superior Milagro de san Benito, de Juan de Sevilla: En primer término, dos monjes tratando el arrodillado de llenar un cántaro agua del riachuelo; al fondo, san Benito, acompañado de tres monjes, parece comentar la escena desde las puertas del monasterio. En el celaje, rompimiento enmarcando a la Trinidad: el Padre como creador, el Hijo, Jesucristo, portando su cruz y en ademán de bendecir y el Espíritu santo irradiando luz.

De Bocanegra es la pintura inferior: Lactación de la Virgen a san Bernardo; un estallido cromático, un alarde de facultades. María-Niño-Santo en la diagonal principal; en una segunda diagonal y a su pie pinta Bocanegra como donante al arzobispo de Granada fray Francisco de Rois y Mendoza (1673-1677). Ángeles por doquier con diversas actitudes destacando el que, en violentísimo escorzo, desciende en vertical sobre san Bernardo portando una corona.

Con estos dos altares siloescos —antesala de la capilla mayor—ya resuenan los primeros acordes de la celebración de la salvación, historia y misterio: Todo parece dispuesto para recordarnos —y cantar estremecidos, alegres y admirados, a la nueva Jerusalén— la primera estrofa del salmo 122(121):

Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor».
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.