Al contemplar la capilla mayor del templo catedralicio granadino descubrimos un hecho estético fundamental: la singularidad y nobleza iconográficas —plasmadas en pintura, escultura, vidriería— a la par de su singularidad y peculiaridad arquitectónicas —fruto del hallazgo del mundo grecolatino, del nacimiento del humanismo, del estudio de las Escrituras acentuando la piedad interior y de nuevas realidades políticas y económicas—. Este espacio cultual central empieza a gestarse en 1528 con el proyecto Alba-Siloe. Un espacio único entre todas las catedrales españolas cuya intención iconológica —hoy y en su conjunto y tras variadas aportaciones estéticas— es clara: narrar la historia de la salvación, relatar la alianza entre el Señor y su pueblo; historia motivo de memoria, tradición y celebración por la comunidad reunida en nombre del Señor.
Ya en tiempos prehistóricos
Manifiesta Dios a Noé: «Contigo estableceré mi alianza.» (Gn 6,18). Y tras el diluvio, paso para crear un orden nuevo en el mundo, «Dijo Dios a Noé: «Esta es la señal de la alianza [mi arco en las nubes] que he establecido entre yo y toda carne que existe sobre la tierra.»» (Gn 9,17); una alianza que acoge a toda la creación.
Hacia el 1850 a.C. llega Abraham a Canaán:
«Yo soy él-Sadday [Dios de las montañas]; anda en mi presencia y sé perfecto. Yo establezco mi alianza entre nosotros dos.» (Gn 17,1-2). La alianza con Abraham, cuya señal es la circuncisión, se extiende a todos los descendientes del patriarca.
Hacia el 1250 a.C. las grandes teofanías de el Señor:
En el desierto del Sinaí Yahvéh comunica a Moisés lo que debe anunciar a la casa de Jacob, a los hijos de Israel: «Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.» (Ex 19,5-6).
La circuncisión, señal de la alianza, debe alcanzar a todo el hombre, renovarlo completamente: «Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón y no endurezcáis más vuestra cerviz.» (Deut 10,16; Jr 4,4). El hecho de la alianza declara y confirma la proximidad de Yahvéh («El Señor es contigo») bien con el pueblo elegido, bien con protagonistas cuya vocación interesa a todo el pueblo de Dios: Isaac, Jacob, Moisés, Josué, David, Jeroboam, Jeremías… y María. En esta perspectiva histórica, Zacarías, lleno del Espíritu santo, bendice al Señor porque recuerda su alianza santa (Lv 26,42; Salm 106(105),45; Lc 1,72).
Y Jesús, en el momento de la institución de la Eucaristía, dirá expresamente: «Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre.» (1Cor 11.25).
Nueva alianza
Establecida por el Señor para la salvación de todos los hombres. Nueva alianza cumplida y ratificada en la cruz, instituida en una celebración que la comunidad renovará día tras día, recordando al Señor. Y Pedro, en el pórtico Salomón, declara ante el pueblo israelita: «Vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con vuestros padres.» (Act 3,35).
Alianza nueva. Alianza eterna: «Y el Dios de la paz que suscitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas en virtud de la sangre de una alianza eterna, os disponga con toda clase de bienes para cumplir su voluntad, realizando él en nosotros lo que es agradable a sus ojos, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.» (Hebr, 13,20-21)».