La Catedral de Granada guarda en sus archivos una gran riqueza del arte musical religioso. En su creación pontificia, 1492, las actividades musicales catedralicias siguieron los usos de la tardía Edad Media, pero muy pronto apostó por las innovadoras tendencias artísticas del Renacimiento español no sólo en arquitectura, escultura y pintura.
A lo largo de sus cinco siglos, se ha ido formando una riqueza patrimonial musical que, en algunos casos, es única; por ejemplo, el singular fondo de los ejercicios de oposición a maestros de capilla y organistas o el excepcional fondo de los libros manuales sin equivalente en ninguna otra catedral, excepto, quizá, la colección de obras de García de Salazar conservadas en la catedral de Zamora.
El musicólogo López-Calo ha catalogado un total de 1.896 obras musicales en los fondos archivísticos granadinos; habría que añadir las que dicho autor referencia en apéndice sin catalogarlas así como títulos que contienen más de una composición.
Este archivo está formado por tres fondos principales: archivo histórico, archivo de la capilla de música y archivo de adquisiciones.
PRIMER FONDO: ARCHIVO HISTÓRICO
En este primer fondo archivístico se conservan tres bloques perfectamente diferenciados: los cantorales de polifonía, los libros manuales y composiciones en papeles sueltos.
Cantorales de polifonía
Están formados por siete volúmenes: Libro de polifonía (1.º), Libro de salmos de vísperas (2.º), Libro de himnos de vísperas (3.º), Libro de Magníficats (4.º), Libro de Misas (5.º), Oficio y Misa de difuntos (6.º), Libro de Misas (7.º). Todos los volúmenes están manuscritos sobre pergamino, a excepción del séptimo sobre papel, y están encuadernados con tapas de madera forradas en cuero con guarniciones de metal.
La gran mayoría de las obras conservadas en estos cantorales son anónimas; entre las firmadas hay composiciones de Gregorio Portero (1716-1757), Tomás de Peñalosa, (†1795), Vicente Palacios (1777-1836), Eduardo Torres (1872-1927) y Capitán. Este primer bloque es, aproximadamente, comparable al existente en casi todas las catedrales españolas.
«Libretes de canto de órgano»
Este segundo bloque del archivo histórico, por su riqueza de concepción y contenido, es totalmente excepcional; está formado por varias colecciones de libros manuales. Estos volúmenes encuadernados tienen características comunes: escritos en pergamino, con las mismas dimensiones aproximadamente, foliados, encuadernados en piel o badana. La encuadernación está hecha en varios colores para permitir identificarlos por el color de sus cubiertas: encarnados, negros, pajizos.
Los libros encarnados (cuatro: tiple, alto, tenor, bajo) contienen veintidós motetes, once anónimos, siete de Portero y cuatro de Peñalosa. Los libros negros (seis: tiple 1º, tiple 2º, alto 1º, alto 2º, tenor, bajo) contienen treinta y dos motetes todos ellos anónimos. Los libros pajizos (cuatro: tiple, alto, tenor, bajo) contienen varios invitatorios y motetes usados en la procesión del día de Pascua y, al parecer, en la del Corpus Christi; en total catorce obras: cinco anónimas, cinco de Portero y una de cada uno de los siguientes compositores: Ramón de Garay (1787-1823), Manuel Osete (n. 1715), Vicente Palacios (1777-1836) y Antonio Martín Blanca (1833-1876).
Composiciones en papeles sueltos
El tercer bloque de este primer fondo —archivo histórico— tiene un grave punto negativo, pues ha perdido prácticamente todo el repertorio del siglo XVII y de gran parte del XVIII, hecho común con otras muchas catedrales españolas incluso de las más importantes como las de Toledo y Sevilla. Sin embargo, en la catedral granadina se conserva en este bloque un fondo único, de gran importancia histórica como son los ejercicios de oposiciones a maestro de capilla (1796, 1799, 1857, 1877), organista (1807, 1887), tiple (1831), contralto (1831).
FONDOS SEGUNDO Y TERCERO
Ambos fondos (archivo de la capilla de música y archivo de adquisiciones) constituyen un tesoro único en España y son decisivos para conocer una importante etapa de nuestra historia musical —últimos decenios del XIX y siglo XX— no hallándose nada comparable en ninguna otra catedral española.
Estos dos fondos están constituidos por la música usada por la capilla de música desde que, hacia 1930, se disolvió la antigua capilla adoptándose nuevos criterios (estéticos y litúrgicos) y por un nutrido grupo de composiciones musicales adquiridas por el Cabildo catedralicio (archivo de la Capilla Isidoriana, archivo personal de Antonio Mateo Pereda).