La Iglesia en Granada hasta el Siglo XV
En este primer apartado de la opción Historia se recoge, en forma breve y sucinta, el acontecer de la comunidad cristiana en Granada desde sus comienzos hasta la entrada de los Reyes Católicos en la ciudad (1492). En los dos siguientes apartados de esta misma opción (Historia de la Catedral de Granada y Datos y fechas en la historia de la Catedral de Granada) se completan, siempre en síntesis, otros hechos y acontecimientos.
SIGLOS I-III: PRIMEROS PASOS
En el primer siglo de nuestra era, la ciudad ibérica que hoy es Granada (Ilturir, Ilberir, Iliberri, Illiberis, Municipium Florentinum Illiberritanum, Elvira) ya estaba plenamente integrada en el Imperio Romano; su enclave estaba en el actual Albayzín donde se han encontrado restos arqueológicos del siglo VII a.C. Aunque no sabemos en qué momento de su ya entonces secular historia se conocieron en Granada las primeras noticias del cristianismo, es fácil suponer que no tardasen en llegar por boca de mercaderes, viajeros o misioneros.
Es muy escasa y algo tardía la documentación histórica disponible sobre las primeras comunidades cristianas en nuestra península. El testimonio más antiguo es la conocida Carta 67 de San Cipriano de Cartago (†258) donde se mencionan las sedes episcopales de León-Astorga, Mérida y Zaragoza, pero nada se dice respecto a Granada.
A lo largo del siglo III y principios del IV se produjeron grandes persecuciones contra los cristianos. Aunque las de Decio (249-250), Valeriano (257) y Diocleciano (303) tuvieron carácter general y extendido a todo el imperio romano, no poseemos noticias fidedignas de mártires cristianos en Granada durante la época romana.
SIGLO IV: CONCILIO DE ELVIRA
El primer documento histórico atañe muy directamente a la comunidad cristiana en Granada; son las Actas del Concilio de Illíberis celebrado entre los años 296-302. En este Concilio —de carácter disciplinar— estuvieron representadas 37 comunidades: 23 de la Bætica, 8 de la Carthaginensis, 3 de la Lusitania, 2 de la Tarraconensis y 1 de Galæcia. La elección de la sede conciliar en Illíberis significa que la comunidad cristiana de Granada no era una pequeña comunidad insignificante, al menos desde finales del siglo III.
El arraigo y vigor del cristianismo en Illíberis a lo largo del siglo IV está testimoniado por la existencia de ilustres personajes cuya obra y actividad fueron conocidas bien lejos de nuestras tierras. Es muy posible que entre ellos haya que enumerar, en los primeros decenios del siglo, al presbítero poeta Juvenco (Caius Vettius Aquilinus Iuvencus, ¿Eliberritanus?); hacia el 330 compuso, en 3211 hexámetros inspirados en Virgilio en cuanto a su forma, la obra Evangeliorum libri IV, cuatro libros sobre los evangelios.
Conocemos más detalles sobre San Gregorio de Illíberis († hacia 392) o Gregorio Bético. A partir del siglo XVIII se ha ido reconociendo su producción literaria otorgándole así un merecido puesto en la patrística hispana y en la patrística occidental. Sobre él escribía san Jerónimo en el año 392: «Gregorio Bético, obispo de Iliberri, compuso hasta edad muy avanzada diversos tratados en estilo sencillo y un elegante libro sobre la fe. Se dice que vive todavía.»
San Gregorio Bético es considerado hoy en día como uno de los primeros cultivadores occidentales del género homilético, el primer exegeta latino conocido, hasta la fecha, del Cantar de los Cantares y autor del tratado De la fe ortodoxa contra los arrianos. El Martirologio de Usuardo (858) —catálogo de mártires y santos de la Iglesia Católica ordenados según la fecha anual de celebración de sus fiestas— es el más antiguo testimonio de su memoria y veneración como santo en Granada; en el día 24 de abril se lee: «En la ciudad de Iliberri, conmemoración de San Gregorio, obispo y confesor».
SIGLO V: EPISCOPOLOGIO DE LA DIÓCESIS GRANADINA
La sede iliberitana goza de un privilegio solamente compartido con las de Toledo y Sevilla: la existencia de un antiguo episcopologio (recopilado entre los años 962 y 992); mediante este documento nos consta una larga serie de obispos eliberitanos que se sucedieron en la ciudad de Granada a lo largo de los siglos V y siguientes incluso bajo la dominación islámica. La relación de obispos comienza con san Cecilio —uno de los siete varones apostólicos que, según la tradición, envió san Pedro a la península ibérica—; termina con Gapio cuya fecha exacta desconocemos, aunque debe corresponder a finales del siglo IX o principios del X.
SIGLO VI: EL OBISPO ESTEBAN
Gracias al Episcopologio nos consta con toda certeza el obispo Esteban, que firmó en las Actas del III Concilio de Toledo (589) y del I Concilio de Sevilla (590). En ambas, Illíberis aparece nombrada dos veces en la lista de obispos firmantes: «Esteban, obispo de la iglesia eliberitana» y, unos cuantos puestos más abajo: «Pedro, obispo de la iglesia iliberitana». La explicación más probable de la presencia simultánea de dos obispos en la sede episcopal granadina parece encontrarse en la conversión oficial de los arrianos al catolicismo en el 589. Pedro sería el obispo arriano de los visigodos granadinos, mientras que Esteban lo era de la comunidad cristiana hispano-romana.
SIGLO VII: IGLESIA VISIGÓTICA
Fue, sin duda, un siglo de desarrollo de las comunidades cristianas con intensa actividad de edificación de templos por toda la península; diversas inscripciones dan testimonio directo del cristianismo en la Granada visigótica. Por ejemplo, una ruda inscripción funeraria del VII/VIII de una niña cristiana de 6 años y 5 meses hallada en el Albayzín «en el darro de la calle del Agua».
Mucho más importante y relevante es la inscripción conmemorativa de la consagración de tres iglesias dedicadas a san Esteban Protomártir, san Juan Bautista y san Vicente de Valencia «fueron edificadas para gloria de la Trinidad santísima por el ilustre Gudiliu[va] con operarios domésticos y a sus expensas.» Otra inscripción de la época visigótica conmemora la consagración de un templo en honor de los santos Pedro y Pablo.
SIGLOS VIII-XIV: PERÍODO ISLÁMICO
A principios del siglo VIII, la invasión islámica frenó el desarrollo normal de la comunidad cristiana iliberitana. Con manifiesta exageración suele subrayarse en la actualidad la tolerante actitud de los nuevos dueños del territorio. La actitud de las autoridades con los autóctonos, los mozárabes, no fue ni uniforme ni, en líneas generales, tolerante. Las circunstancias políticas y religiosas de al-Andalus estuvieron sujetas a situaciones muy variadas.
Es verdad que, en contraste con la total intolerancia del paganismo, los musulmanes concedieron a las otras dos «religiones del libro» —hebrea y cristiana— la posibilidad de seguir practicando sus religiones y de regirse, en parte, por sus propias normas. Pero esto, a costa del pago de fuertes impuestos y sometidos a no pocas limitaciones; de hecho, les convertía en ciudadanos de segunda clase.
En todo caso, las condiciones de inferioridad y la progresiva decadencia social y cultural, juntamente con el creciente esplendor de la nueva religión y de la cultura islámicas, tuvieron consecuencias negativas para los mozárabes, cuyo número fue decreciendo poco a poco, hasta su total extinción.
Llama la atención el gran florecimiento del monacato durante la España islámica. Hecho debido, quizás, a las especiales condiciones sociales de los mozárabes.
En Córdoba y en sus alrededores florecieron importantes monasterios a los que acudían cristianos de otras muchas ciudades. Entre ellos, los monjes Leovigildo y Rogelio, nacidos en Granada y ambos mártires en Córdoba el 20 de agosto y el 16 de septiembre del 852. Varios hallazgos arqueológicos demuestran que, a pesar de la situación mencionada, había cierta presencia cristiana en nuestra región durante la dominación islámica; por ejemplo, la placa del diácono Floresindo, las inscripciones acrósticas del abad Recosindo y de Cipriano, la estela funeraria de María.
Hay, además, fuentes literarias con algunos otros datos sobre la existencia de la Iglesia granadina bajo el poder islámico. Nefridio, obispo de Ilíberis, estuvo presente, en febrero del año 839, en un Concilio celebrado en Córdoba.
En los siglos IX y X hubo obispos y seglares mozárabes que gozaron de buena posición social y del favor de los monarcas musulmanes. Entre ellos podemos recordar al cordobés Rabí ibn Zaid (s. X), conocido también por su nombre de pila: Recemundo, nombrado obispo de la sede granadina hacia el 954. Astrónomo, filósofo; algunos historiadores le consideran autor de un famoso Calendario. Fue embajador de Abd al-Rahman III en Constantinopla, Siria y Germania. Se entrevistó con Otón I el Grande para solucionar el problema de los musulmanes en Provenza.
Las circunstancias empeoraron notablemente al disolverse el califato cordobés. Y más aún con la llegada de los almorávides; en 1099, según el historiador Ibn al-Jatib nacido en Loja (Granada, 1313-Fez 1374), destruyeron en Granada un templo cristiano cercano a la puerta de Elvira, singular por la belleza de su construcción.
La nueva oleada de los almohades (1142) trajo nuevas guerras y perturbaciones a nuestras tierras y consecuencias fatales para cristianos y judíos. El anterior historiador citado —Ibn al-Jatib—narra que cuando el emir almohade Abd al-Mumin (†1163) ocupó Granada exterminó a todos los cristianos. No es extraño que otro almohade Abu Yakub al-Mansur, segundo sucesor de Abd al-Mumin, decidiese desarraigar totalmente el cristianismo y el judaísmo de la España musulmana y no permitir ni templos cristianos ni sinagogas judías.
El estatuto de la dimma queda abolido para judíos y cristianos. En consecuencia, en la Granada nazarí nunca existió comunidad cristiana autóctona, aunque hubiera algunos comerciantes extranjeros que, a veces, dispusieron de sus propios capellanes; además, los cristianos capturados en las razzias y guerras con los próximos reinos hispánicos.
SIGLO XV: RESTAURACIÓN DE LA IGLESIA EN GRANADA
Cuando en enero de 1492 los Reyes Católicos entran en Granada, ya hacía tres siglos que la comunidad cristiana granadina había dejado de existir. Su primer arzobispo, Fray Hernando de Talavera (1430/1-1507), confesor de la Reina Isabel, emprende la tarea de reimplantarla. Con su talante «humanista monacal», impulsa la amplia participación del pueblo en la liturgia, apoya la imprenta trayendo a Granada a dos afamados impresores alemanes, se asesora de los alfaquíes árabes para evangelizar a los musulmanes… Con este fraile jerónimo —rige la diócesis quince años desde 1492 hasta 1507— comienza una nueva etapa histórica de la restaurada Iglesia en el reino de Granada.